HALAN DA GUZTIZ ERE, BERMEOTARRAK, AURRERA BETI
Gaur aurkezten dizuedan sarrera ez da nirea, MANU MUÑOAk (Bermeo, 1939) idatzi du, eta atsegin handia da aldian-aldian horrelako kolaborazioak izatea, blog honen helburua herri zoragarri honen historian interesa duen bermeotar ororengana beste modu batera iristea baita. Manu Muñoa nor den ez dakizuenontzat, bi zertzelada txiki. Manuk gure herriari buruzko hainbat liburu eta artikulu argitaratu ditu bere bizitzan zehar Bermeo aldizkarian, Akatz aldizkarian (Nork ez du gogoratzen 'Ampurrak' atala?) edo Jaietako programetan. Gainera, lanaren ikuspegitik, oposizio bidez hainbat postu bete ditu Bermeoko Udalean, eta 20 urte baino gehiagoz herriko bake epaile izan da.
La entrada que os presento hoy no es mía, la ha escrito MANU MUÑOA (Bermeo, 1939), y es un auténtico placer contar periódicamente con este tipo de colaboraciones, porque el objetivo de este Blog es llegar de una manera diferente a todo bermeotarra que esté interesado la historia de este maravilloso pueblo. Para los que no sepáis quién es Manu Muñoa, dos pequeñas pinceladas. Manu ha publicado a lo largo de su vida diferentes libros e innumerables artículos sobre nuestro pueblo en la revista Bermeo, la revista Akatz (¿quién no recuerda la sección 'Ampurrak'?) o en los programas de fiestas. Además, desde un punto de vista laboral ha ocupado por oposición diferentes puestos en el Ayuntamiento de Bermeo, además de ser durante más de 20 años juez de paz del pueblo.
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Manu Muñoa, desde su despacho de Juez de Paz (1992) |
HALAN DA GUZTIZ ERE, BERMEOTARRAK, AURRERA BETI
Uno de los anhelos básicos que se ha venido mostrando siempre en el ser humano, ha consistido realmente en la erradicación de enfermedades y epidemias infecciosas o contagiables, en los distintos lugares y a veces en el orbe mundial. Todas ellas han sido causantes, con más o menos frecuencia, de innumerables padecimientos corporales más o menos graves. Aún siendo así, y a pesar de que lo dicho nos parezca una expresión obvia y evidente, lo cierto es que todavía viene ocurriendo y continuando invariablemente, si bien esa banalidad nos suele inducir a prescindir de tal veracidad y a olvidarnos de ella hasta el resurgimiento de nuevas y parecidas situaciones.
Bermeo ha llegado a ser causa de innumerables de
padecimientos e infecciones epidémicas, incluso algunas de ellas de un aspecto
muy particular. Tales penurias han venido siendo ampliamente generalizadas en
el tiempo, circunstancia que, juntamente también con otra clase de graves
infortunios muy peculiares entre nosotros, los originados por los temporales y
las galernas en el mar, agudizaban sensiblemente una continua y manifiesta
supervivencia hasta anormal e intranquila de los bermeanos.
En el caso concreto de las antiguas plagas sufridas en
Bermeo, lo primero que pienso había que tener presente son las circunstancias
higiénicas y sanitarias en las que se desenvolvía el pueblo en aquellas épocas.
La verdad es que tales métodos se encontraban entonces ausentes de toda clase
de protección y tratamiento oficial y hasta social. Realmente cada cual, cada
familia, tenía sus propias versiones particulares sobre creencias o remedios
terapéuticas populares aplicables en cada momento, bastantes de ellas hasta han
llegado a aplicarse en nuestros días. Una parte
de estos cometidos contenían una vinculación más bien religiosa y cristiana, la
cual se encontraba entonces muy seria y
confiadamente sensibilizada entre los bermeanos. Es de recordar que se carecía
entonces de un personal especializado en medicina científica, motivo por el que
lo que se fomentaban básicamente eran unas amplias y diversas prácticas
sanitarias populares.
Tampoco el servicio de higiene era muy cuidado en la antiguedad, por lo que
cualquier mínima propagación infecciosa poseía una fácil evolución y dispersión
en el pueblo. De ahí que la sociedad en sí fuera ciertamente muy propensa a la
absorción de muchas infecciones víricas: tifus, fiebres, cóleras morbo, peste,
tiñas, viruelas, sarna, sida, etc. Contribuían a ello las calles estrechas que
componían el antiguo casco viejo, muchas de ellas con suelos muy fangosos que
soportaban continuos tránsitos de carros con bueyes. Tampoco las casas componían mayormente un sistema sanitario
apropiado, con plantas o pisos muy reducidos y viviendas exentas sobre todo de
los necesarios sistemas higiénicos y urinarios, con una composición carente de
ventilación suficiente, mínimamente iluminadas y escasamente aireadas,
dormitorios aislados desprovistos de una autentica
comunicación exterior, etc. No parece
deducible con ello que tal configuración resultara muy insólita y poco común en
aquella época. Pues aquel panorama resultaba bastante habitual en ese tiempo, a
pesar de que llegaba a establecer unas situaciones endémicas muy vulnerables
ocasionando numerosos estragos en la población.
No existía igualmente un tratamiento sanitario
estructurado, se carecía de médicos y especialistas para ello. Pues, como se ha
dicho, ese menguado servicio se encontraba altamente mermado y condicionado
mediante tendencias o ficciones personalistas que se venían utilizando como
autenticos tratamientos terapéuticos definidos (bastantes de ellos considerados
como sorginkeriak y begizkunek, o sea brujerías o mal de
ojos) desarrollados, según el caso, mediente alguna entendida persona o instruido
familiar. Hemos llegado a
conocer la práctica de bastantes de
tales dolencias: trankasuek, katarruek, estulek, kalenturiek,
kostipauek, berazkadak, almorranak, zaldarrak, sama garramatuek, arkadak,
txotorrak, pustillek, pikazoiek, berazkuek, gonbitzuek... Sus cuidados
constituían una atención directa a través de tratamientos curativos
tradicionales irrefutables. En frecuentes ocasiones eran complementados también
con recursos de índole religioso, con rituales específicos en cada caso,
realizables bien en el propio domicilio o acudiendo a iglesias, ermitas y
santuarios del pueblo o fuera de él. Las más frecuentadas en Bermeo eran las de
San Juan de Gaztelugatx, Almika, San Martín, Errosa, San Miguel y Santa Eufemia.
Dicho escenario ha venido mostrándose con bastante entereza
hasta los comienzos del siglo XIX, en que empezaron a tener su presencia los
profesionales sanitarios. Fue en 1811 cuando
llegó a ejercer en Bermeo un médico y tres cirujanos, así como un farmaceútico.
Y años más tarde, en 1820, se formó una Junta de Sanidad semioficial, ya que la
componían representantes del Ayuntamiento junto
con otras personas bermeanas, fue presidida por Juan José de Nárdiz, nombrado
después regidor electo por las Juntas Generales de Bizkaia el año 1827. Con tales presencias, el
sistema sanitario fue estableciendo una creatividad directa real y controlada,
además de enfrentada igualmnte a todo aquel aspecto de ficción médico-sanitaria
que, aún así, muchos de cuyos remanentes se mantuvieron todavía hasta nuestros tiempos.
Fue en aquella época también, cuando se inició una nueva
terapia urbanística y edificativa, desarrollarse actuaciones concretas de
índole higiénico y sanitario en el pueblo. Nuevas cañerías, desagues y
drenajes. Control de comestibles, de limpiezas periódicas de arroyos, pozos,
cloacas, establos, fábricas, etc.
También el año 1833 fue construido el cementerio de
Ormabarrieta. Hasta entonces los enterramientos se realizaban en terrenos
anejos a las parroquias, por lo que tal cometido venía efectuándose bajo control
eclesial. Dadas las frecuentes pandemias que venían teniendo lugar, fueron
secularizado dicho cometido a favor de las entidades oficiales locales. Tanto
fue así, que no mucho tiempo después tuvo que ser sustituido asimismo ese
cementerio, puesto que tampoco llegaba a poder acoger los
restos de las distintas epidemias que solían formularse, por lo que el Ayuntamiento se vió en la precisión de
tener que habilitar otro nuevo espacio que fue el actual de Mendiluz creado el
año 1886.
A patir de esa época la evolución sanitaria del pueblo
fue adquriendo un desarrolo público especializado y permanente, con una
paulatina absorción pertinente del desenvolvimiento ilusorio y personalista que
se venía desarollándose hasta entonces.
Las referencias específicas que se poseen en torno a la
evolución particular de las frecuentes epidemias ocurridas en la Villa no
constituyen realmente relatos muy explorados y exahustivos al efecto. Aun
cuando parezca normal que haya tenido que ser eso así (lo mismo ocurre en el
caso de los inumerables naufragios y galernas), considero que ello podría
constituir también una buena cuestión bastante inducible a poder asumir un
estudio o trabajo especializado más completo, atractivo y, sobre todo, de una
íntegra erudicción histórica plenamente detallada y definitiva sobre el
particular.
Voy a terminar haciendo también unas referencias de algunos años en los que
se dieron asimismo esa clase de calamidades contagiosas en Bermeo:
1348
1348
Ocurrió el primer brote del que se tiene noticia. Fue de
peste negra procedente de Asía que atacó a toda Europa. Apareció a traves de
los distintos litorales costeros. Tuvo unas víctimas muy elevadas. Bermeo
sufrió el azote con mucha intensidad. Tanta,
que su población quedó notablemente disminuida. Se suele afirmar que fue
uno de los motivos que originó la decadencia de su apogeo en Bizkaia.
1595-99
Peste general en España. La incidencia en Bermeo tuvo lugar
a sus comienzos con gran intensidad, favorecida por un verano caluroso y
húmedo. Fue cediendo lentamente mientas se dirigía al resto de la península.
1746
Otra
contagiosa enfermedad surgió en el pueblo causando muchas pérdidas. Se tuvo que
pedir a Bilbao la presencia de unos médicos para que controlaran y reconocieran
a los afectados. No obstante, las escasas referencias existentes del hecho, sí
se sabe que la epidemia contenía un "feo semblante". También, que hasta se llegaron a realizar
diversas rogativas en la ermita de San Roque con fin de suavizar el
padecimiento.
1834
Se sabe que el
cólera llegó el mes de septiembre. Causó ciento noventa víctimas afectando la
epidemia a un 65% de la población.
1838
En plena guerra
carlista, sobre todo en el mes de diciembre, afectó principalmente a recien
nacidos y párvulos.
1853-55
La cólera morbo asiatica afectó a gran parte de España. En la península
la epidemia duró desde 1853 hasta 1855. A Bermeo llegó hacia el mes de
noviembre 1854, pero sin que fuera un azote, si bien en junio del siguiente año
alcanzó la muerte a 37 personas, volviedo a incrementarse los siguientes meses.
En total fueron 139 víctimas, un coeficiente de mortandad de 49,3% para la
Villa. La plaga duró pues cinco a seis meses, de mayo a octubre, y su menor
daño pudo deberse al celo del equipo médico que asistía ya en la Villa. Así y
todo, fue la calle Talakoetxea lá más afectada.
1858
Brote de cólera, a
lo largo de todo el año con una gran mortalidad, sobre todo en el mes de
diciembre.
1863-64
Enfermedades
pulmonares como la tisis y la tuberculosis, y a disentería.
1871
Vuelve una muy seria cólera morbo. Ocasionó más de noventa víctimas
durante la primavera y principios del verano, a pesar de haberse adoptado unos
importantes requisitos sanitarios, Motivó también la necesidad del inicio de
gestiones tendentes a la construcción de un nuevo cementerio localizando
previamente a un sitio idóneo para la adquisición de los terrenos necesarios.
1885
Fue
asaltado el pueblo por la misma epidemia. Esta vez el contagio sobrevino desde
la zona de Santander ocasionado por las embarcaciones bermeanas procedentes de
ese lugar y extendiéndose rápidamente por el pueblo. Esta vez se extremaron
unas medidas sanitarias bastante insólitas mediante unas excepcionales
decisiones. La más determinante consistió en la instalación de un lazareto en
Matxitxako. Fue promovido por la Diputación foral. Se situó en la parte
noroeste de aquella zona en una falda limitada por un camino carretil existente
en ella. Primero se penso instalarlo en la isla de Izaro pero tuvo que
desistirse de ello por la carencia de aguas potables y por las dificultades a
fracuentarlo en casos de mala mar. Se
optó por construirlo en Matxitxako, extremo que tuvo lugar en tres días. Al borde del camino figuraban
una bandera de señal de peligro y allí eran depositados los víveres y demás efectos destinados al servicio de los recluidos que componían grupos tanto de hombres como de mujeres y niños. Contaba con el tratamiento de un específico personal sanitario y todos los días por la mañana se encendían grandes hogueras de azufre en dicho campamento y fumigándose conveniente los barracones. Solo fallecieron dos hombres y una niña. El resultado total mereció un amplio elogio generalizado.
1903
Sucedió
una seria epidemia de viruela. doscientas personas fueron vacunadas, siendo la
mayoría niños. Era entonces la primera vez que se realizó una campaña de
vacunación.
1918
Aparecieron focos de infección gripal que causaron varias víctimas en
Bermeo. Procedente de Europa, su transmisión le fue atribuida a las tropas
americanas que intervinieron en la primera guerra mundial.
1984
Durante
este año tuvo lugar el progreso de una de las últimas epidemias más serias
ocurridas en el pueblo: la del virus de la
inmunodeficiencia humana (VIH), popularmente conocida como SIDA. Productora de
unas altas neumonías y trastornos renales, digestivos, cardíacos, etc. La
verdad es que era muy contagiable,
mostrándose además altamente irremediable puesto que apenas se conocía nada
sobre ella, circunstancia que causó una muy trágica incertidumbre. Bermeo fue
uno de los pueblos mas castigados por el brote. Sus inicios no fueron
ciertamente muy discernibles o perceptibles en el pueblo, hasta que el año 1991
fue creada la asociación local Txo Hiesa,
que promovió un verdadero e inquietante interés social que se vino coexistiendo
en torno a un serio sentimiento y apoyo durante los años sucesivos hasta su
erradicación, que no fue absoluta pero sí comúnmente inapreciable. Así y todo,
la impresión generalizada era que la dimensión global de la infección no
resultó ser lo suficientemente merecedora de una necesaria implicación
política, es decir, de una
contundente injerencia oficial.
En este momento pues que estamos
viviendo esta triste época del coronavirus, he considerado oportuno el tener
que recordarnos también de todos aquellos bermeanos que nos precedieron en
aflicciones parecidas. Pues somos un pueblo que siempre ha venido manteniendo
una peculiaridad que se ha mostrado bastante latente en nuestra vivencia. Han
sido muchas y dispares las calamidades que hemos sufrido parecidas a la que
estamos soportando, como también otras acaecidas mediante unos considerables y
atroces eventos marítimos, que nos han venido instigando también con ocasión de
innumerables naufragios, galernas y desastres marítimos acaecidos a lo largo de
toda la historia de nuestro pueblo. Ciertamente, todo ello, los bermeanos lo
llevamos en la sangre, al igual que insertaremos también en ella todo esto que
estamos pasando.
Mayo 2020. Manu Muñoa
Mayo 2020. Manu Muñoa
*Si
os ha gustado pues ya sabéis a compartir ..., y entre todas y todos difundimos
la historia de nuestro Bermeo.
(Tiempo
de lectura: 4’ 09’’)